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LA BICI, RÍO DE JANEIRO Y YO

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Tan pronto llegué a estudiar a Río de Janeiro comencé a indagar por las rutas que me servían para ir de la casa a la universidad, en mi búsqueda encontré un sistema que se llama BikeRio, para ese entonces, año 2014, costaba 10 reales el mes, algo así como 10 mil pesos colombianos, con los que te prestaban una bicicleta para movilizarte por toda la ciudad.  Sin pensarlo dos veces pagué los 10 reales y me fui a la estación de bicicletas más cercana, cogí la mía y me subí en ella. En ese momento sentí un dejavú, que me transportó a unos 10 años atrás, cuando me regalaron por primera vez una bicicleta como regalo de cumpleaños y de 24 de diciembre.  Con Google Maps a la mano, y mis pies bien firmes sobre los pedales, comencé a andar por Río de Janeiro, preguntando con mi portugués a media lengua, dónde quedaba la PUC, la universidad en la que iba a cursar unas materias de periodismo.  Después de pedalear unos 45 minutos aproximadamente, pude llegar a mi destino. Una vez me

El gran secreto del COLPARDO

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Aún recuerdo el año 2003, tenía 11 años cuando me dieron la noticia que terminaría mi primaria en el Colegio Enrique Pardo Farelo, el sueño de llegar a esa institución se había adelantado un año. Junto con mis compañeros despedimos la escuela y nos mudamos de casa, nos sentíamos extraños entre los más grandes, pero no se nos borraba del rostro esa felicidad que tuvimos desde el primer momento en que nos dijeron “bienvenidos a la familia pardista”. Una frase que aún guardo en el corazón y que me sigue dando felicidad, haber pasado por esa casa del saber es uno de los regalos más grandes que me ha dado la vida, y aunque quizá la educación en los pueblos va a un ritmo menos acelerado al de la ciudad, nunca los colegios de las capitales del país tendrán lo que el Colpardo ofrece, ese es su gran secreto. Hoy los tejidos sociales se han ido rompiendo, poco a poco los estudiantes se vuelven más individualistas, el contacto personal es cada vez menor por la llegada de la tecnología,

La visita que hago desde pequeño cada 3 años

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Primeras visitas al Agua de la Virgen Uno de los recuerdos más viejos que tengo en mi memoria es cuando iba a Ocaña y visitaba  el Agua de la Virgen, la neblina acompañaba cada escalón que subía para llegar al santuario, el frío penetraba casi que los huesos, y ese olor a tamales alborotaba el hambre que solo se podía calmar hasta cuando bajábamos nuevamente del lugar en el que apareció la morenita ocañera. La Virgen de Torcoroma me ha visto crecer, y a mi hermana también, porque mis padres desde que nosotros nacimos le prometieron que cada 3 años nos presentarían ante ella, a cambio que hubiera salud y bienestar. Pero no somos los únicos, cientos de católicos dejados llevar por la fe llegan hasta los pies de esta advocación para pedirle favores a la madre de Dios, no en vano hay en el santuario cientos de placas de agradecimiento por favores recibidos. Capilla del Agua de la Virgen Cuando se visita el santuario de la Virgen de Torcoroma el único sonido que se esc

Recordando a Río // Lembrando Río

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Para este mismo periodo, pero en el año 2014 estaba en Río de Janeiro estudiando Jornalismo, era mi primer viaje por fuera de Colombia, y aunque en un principio tenía miedo, Brasil disipó esos temores y los convirtió en una experiencia que recuerdo con gran afecto porque me dejó enseñanzas, amigos de diferentes partes del mundo y hasta una nueva lengua, el portugués. Cuando comenzó mi viaje iba feliz, estaba estrenando una maleta que me regaló mi mamá con los ahorros de una alcancía, también había comprado algunos abrigos pues me habían dicho que llegaría en invierno. Mi primera escala fue en Sao Paulo, allí le dije adiós al español, muy pocas personas lo hablaban, y yo, a dudas penas daba el saludo en la lengua extranjera, lo que me preocupaba, pues yo iba a terminar mi carrera profesional y ni siquiera sabía el idioma, “que locura la que yo cometí”, era lo único que podía pensar en ese momento. Mi preocupación seguía, durante el vuelo que me llevaría a la ciudad maravill

¿Cuál es tu estación central?

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Entre las cosas que me gustan de Sydney está el transporte público, es organizado, puntual, muy claro y casi nunca colapsa. Acá hay tren, buses, ferry y otro que se llama light rail, es similar a un tren, pero  en pequeñas dimensiones. Para pagar el servicio se utiliza una tarjeta llamada “Opal Card”, quien no la tiene, definitivamente no se puede mover por la ciudad, cada pasaje cuesta casi 4 dólares y los domingos el servicio es gratuito. La ‘central station’ es el corazón de Sydney en materia de movilidad, es la terminal por donde pasan casi que todas las líneas del tren incluidas las que van a Canberra, la capital australiana, y Melbourne, otra ciudad importante del país. Recién llegué a Sydney todos los días pasaba por la estación central y la asociaba con la vida, aunque el servicio sea muy bueno, los que colapsamos somos nosotros. Algunos pasajeros llegaban tarde y dejaban ir el tren, los despistados tomaban el camino equivocado, otros no tenían saldo y se quedaban

Valientes

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La vida nos cambia de un momento a otro, tal como le sucedió a Daniela, una valiente prima que tengo en Ocaña, a quien le diagnosticaron insuficiencia renal a sus 18 años, apenas alcanzaba la mayoría de edad y ya necesitaba un trasplante de riñón para seguir viviendo. El calvario para Dany, como cariñosamente la llamamos en la familia, comenzó en enero de 2016, los dolores de cabeza, el desaliento y los constantes ahogos en el pecho eran sus síntomas, y aunque en un inicio los médicos concluyeron que era producto del estrés, semanas después le diagnosticaron que no tenía riñones y que necesitaba con suma urgencia un donante. La salud de Dany decaía con el tiempo, de Ocaña fue remitida a una clínica en San Juan del Cesar, y de allí a Bucaramanga, en donde estuvo cerca de dos meses realizándose hemodiálisis, un tratamiento médico que consiste en eliminar artificialmente las sustancias nocivas o tóxicas de la sangre. Allí duraba por lo menos dos horas sentada en una gran camill

A 16 mil Km de Colombia

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Para ser exacto estoy a 16 mil 237 kilómetros de distancia de Colombia, no fue fácil tomar la decisión de viajar a Australia, pero fueron los sueños y las metas quienes me condujeron hasta el otro lado del mundo . No ha sido fácil, pero tampoco ha sido imposible. Aunque ya había vivido por fuera del país en una ocasión, Australia es otro cuento, hay algunas cosas que me hacen sentir que en realidad estoy muy, pero muy lejos de casa, por ejemplo, el horario, son 15 horas de diferencia, el único chance que tengo para hablar con mi familia es en la mañana o en la noche, mientras acá sale el sol, allá sale la luna, o viceversa.    ¿Mi mayor temor? El inglés. Para serles sincero cuando llegué a Sydney no lo hablaba muy bien, y ese era mi reto más grande, adaptarme a una lengua extranjera y saber sortear las dificultades que eso traía, sin embargo, cuando hay constancia y ganas, el resto viene por añadidura, ahora siento que he mejorado, que no se ha perdido el tiempo y