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Primeras visitas al Agua de la Virgen |
Uno de los recuerdos más viejos que tengo en mi memoria es
cuando iba a Ocaña y visitaba el Agua de
la Virgen, la neblina acompañaba cada escalón que subía para llegar al
santuario, el frío penetraba casi que los huesos, y ese olor a tamales alborotaba
el hambre que solo se podía calmar hasta cuando bajábamos nuevamente del lugar
en el que apareció la morenita ocañera.
La Virgen de Torcoroma me ha visto crecer, y a mi hermana
también, porque mis padres desde que nosotros nacimos le prometieron que cada 3
años nos presentarían ante ella, a cambio que hubiera salud y bienestar. Pero
no somos los únicos, cientos de católicos dejados llevar por la fe llegan hasta
los pies de esta advocación para pedirle favores a la madre de Dios, no en vano
hay en el santuario cientos de placas de agradecimiento por favores recibidos.
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Capilla del Agua de la Virgen |
Cuando se visita el santuario de la Virgen de Torcoroma el
único sonido que se escucha es el del silencio, desde que se comienzan a subir
las gradas que conducen a la capilla, también se oye el canto de los pájaros,
es un ambiente de paz que le da tranquilidad al alma y alivia el espíritu.
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Virgen de Torcoroma |
Al llegar ante la presencia de la vírgen, que apareció en un
tronco a 3 campesinos en 1711, se siente una fuerza sobrenatural, quizá sea por
fe, pero cuando yo ya estoy dentro de la iglesia y alzo mi mirada hacia el
viejo tronco que aún conserva la silueta de la madre de Dios, siento la
presencia de ella, y me uno a las aves marías
y padres nuestros que los devotos rezan, algunos en medio de lágrimas,
sonrisas y miradas profundas.
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Nacimiento de agua |
Valientes son los niños que van al santuario, porque algunos
de sus padres deciden bañarlos con el agua bendita que nace allá en la montaña,
un agua fría como el hielo pero milagrosa como la Virgen Morena de Ocaña.
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Última visita al Agua de la Virgen |
Ya finalizado el encuentro, mi familia y yo bajamos
satisfechos porque cumplimos con la visita y renovamos promesas, ya mis papás no nos
bajan “al chinchín”, como les decíamos cuando estábamos pequeños para que nos cargaran, esta
vez todos bajamos caminando, recordando siempre las visitas que hemos hecho en
años anteriores, el paso es un poco más acelerado para llegar pronto al
restaurante y calmar el hambre físico, porque el espiritual, está recién alimentado.
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